lunes, 25 de febrero de 2019

Autenticidad, Trabajo en Equipo y Autocrítica en la Gestión Digital



La realidad del cambio y El cambio de la  realidad



El Mundo Digital ha llegado para quedarse.  La transformación que supone abarca todas las áreas. Se trata de una nueva manera de pensar el propio mundo. 
Y con ello, de ser capaces de revisar las ideas que durante mucho tiempo sirvieron de base para construir el mundo tal y como lo conocíamos.
Es cierto, solo sobrevivirá quien sea capaz de adaptarse más rápido y de mejor manera. 
Pero no menos importante a la capacidad de adaptación, será el talento de cada cual para transformar el desconcierto inicial en una oportunidad para la creatividad.
Hoy revisamos tres elementos vinculados directamente a la construcción de una nueva noción de liderazgo, en el marco de los desafíos que el Mundo Digital nos impone en materia de Gestión de Organizaciones.


Trabajo en equipo
Lo común sólo podrá imponerse al interés particular en la medida en que su construcción sea común. 
El mundo digital, que no es el mundo solo de los objetos digitales, sino también supone el mundo de los comportamientos y las ideas propios de esta época, ha colocado la noción de horizontalidad como uno de sus pilares.
Si observamos la disposición de los nuevos espacios de trabajo, desde los co-workings hasta los pisos de las grandes organizaciones, notaremos cómo, a diferencia de lo que ocurría hasta hace relativamente poco, ahora se trata de que no exista un "abismo" entre quienes realizan tareas menos remuneradas y quienes tienen las responsabilidades más altas.
El trabajo en equipo solo podrá funcionar si introyectamos esta idea de horizontalidad tan propia del mundo digital.
Creer en la organización, respetar y creer en el trabajo de los demás, reconocerlo. Seamos capaces de incorporar, de aprender, de compartir nuestro ánimo transformador con la institución en su conjunto.

Autenticidad 
Retomemos el concepto de Bill George. Ser auténticos. Eso, todo lo demuestra, es más importante que el estilo de liderazgo en sí. 
Nada genera más confianza que el que las y los colegas profesionales encuentren en nosotros personas que, sin importar la posición que ocupemos y las responsabilidades que enfrentamos, no han dejado de ser ellas y ellos mismos.
ESto no quiere decir, por supuesto, que se extravíen los principios de autoridad o que la persona no tenga la capacidad para guardarse ciertas cosas que, o bien pueden resultar ofensivas para los demás, o bien no es el momento ni el lugar para compartirlas.
La aportación que el mundo digital hace en esta materia es que, en medio de tantas plataformas en donde, por decirlo así, vive un fragmento de la identidad de las personas.
 Por eso es tan importante que la organización sea capaz de brindarle a cada cual las seguridades necesarias y el principio de confianza para que cada persona se sienta segura que el ser como es no va a interferir en la evaluación de sus méritos profesionales.

Autocrítica
Y finalmente, lo que Peter Drucker denomina, con un poco de humor, gestionar es antes que nada, gestionarse a uno mismo. 
La autocrítica es un elemento, al mismo tiempo que una habilidad de personas maduras y seguras de sí. Es una revisión que no necesita ser solicitada, sino que constituye una práctica personal permanente.
Este principio está íntimamente ligado con el de horizontalidad y con el sentimiento de que  en la organización la persona forma parte de un gran equipo y que integran a su vez, pequeños equipos que hacen tareas específicas, pero todas ligadas entre sí. 
Ser autocríticos, estar abiertos a la evaluación de nuestras decisiones, disfrutar de informar y rendir cuentas, dirigir nuestros propios pasos de manera estratégica.
En fin, saber que si no hemos de ser infalibles, al menos, seremos confiables.

La realidad, el mundo, cambia más rápido que las palabras. Hoy, llamamos de la misma manera a cosas que nos demandan hacerlas de un modo notoriamente distinto. El cambio es una constante en la vida. 
Frente a nosotras y nosotros está el gran desafío de darle sentido a ese cambio, de participar en que sea parte de la semilla de un mundo mejor. 
No desaprovechemos la oportunidad. Es única.

lunes, 18 de septiembre de 2017

América Latina y la ausente gestión integral de riesgos por desastres naturales


Economías débiles enfrentan retrocesos con cada desastre natural


Es un hecho que los desastres naturales seguirán ocurriendo en el futuro cercano América Latina y el Caribe.

Lejos de disminuir, la tendencia histórica nos indica que tanto los desastres marítimos como los desastres geológicos seguirán cobrando vidas en la región.

De acuerdo con datos de Naciones Unidas, sólo entre 1970 y 2001, los desastres naturales provocaron en América Latina casi 250 mil muertes.

Adicionalmente, en esas tres décadas, estos fenómenos afectaron de diversas maneras a cerca de 145 millones de personas.

Es relevante insistir en que la mayoría tanto de las víctimas mortales como de quienes resultaron afectadas, se encontraban ya desde antes del fenómeno natural, en situación de vulnerabilidad social.

Asimismo, el Programa de las Naciones para el Medio Ambiente ha calculado los daños materiales en la región en prácticamente 70 mil millones de dólares.

En este contexto, investigadores como Ricardo Zapata han insistido en la necesidad de una visión integral que se centre en la gestión del riesgo y adaptación, en relación con las consecuencias que el cambio climático ha traído consigo.

Daños, pérdidas y costos deben, así, ser vistas en su fase preventiva y no sólo reconstructiva, reconociendo la transformación socioeconómica y cultural como resortes de este cambio.

El círculo vicioso de los desastres que suma a la vulnerabilidad social ya existente, mayor pobreza y marginalidad,

De ahí que sea imprescindible llevar la experiencia de los daños anteriores, a un cambio en la gestión de los desastres que pueda mitigar la ocurrencia de los que puedan venir en el futuro.

Además de las pérdidas humanas, cada desastre para cada nación latinoamericana representa un retroceso en la posibilidad de generar mejores condiciones de vida para su población.

Los desastres naturales para toda América latina representan un impacto negativo en su necesidad (urgente) de generar un crecimiento duradero, que además sea sostenible, equitativo, competitivo y participativo.

Esta concepción del desarrollo que proponen muchos investigadores, entre ellos Ricardo Zapata, incorpora lo político, humano, social, físico, financiero y natural.

En lo que denomina “Una visión sistemática integral del desarrollo”, Zapata sostiene que sólo así podrán mitigarse los efectos de los desastres naturales por venir en Latinoamérica y el Caribe.

En lo político, destacan tres aspectos a consolidar en cada una de las naciones de la región: Gobernabilidad, Transparencia y Participación e inclusión.

En el desarrollo humano, es necesario el acceso universal a la salud y la educación, así como el fomento a los procesos de construcción de las identidades culturales.

En lo social, se hace énfasis en el fortalecimiento de Redes y sistemas, de seguridad, solidaridad, microeconomía, etc.

Lo social involucra también el fortalecimiento de los lazos familiares y de familia ampliada, a trabajar sobre los temas de violencia y seguridad, y, finalmente, atender la migración.

En cuanto a lo físico, Zapata señala: Tipo y calidad de los asentamientos y vivienda; Infraestructura de comunicaciones y transportes; y, calidad del resto de la infraestructura pública.

En lo financiero, se llama a observar el acceso al crédito; el establecimiento de mecanismos efectivos de compensación y ampliar cultura y posibilidades del aseguramiento.

Finalmente, en lo natural, se subraya el acceso universal al agua potable; el derecho al aire limpio, el cuidado de la biodiversidad y microclimas, representados por la integridad de los ecosistemas, así como el uso y acceso a recursos naturales no renovables.

No evitaremos los desastres naturales, pero una relación de responsabilidad frente al cambio climático, sí nos permitirá salvar vidas.

Del mismo modo que una gestión integral y sistémica de la gestión de riesgos, aminorará los daños sobre los que menos tienen.


Al tiempo que posibilitará preparar mejor a las economías latinoamericanas, ya de por sí frágiles históricamente.

El autor preside ad honorem AlfabetizaDigital A.C
antoniotenorio.com
@atenoriom

domingo, 10 de septiembre de 2017

Ciencia y tecnología frente al aumento de desastres natuarles en América Latina

Casi cuatriplicados desastres naturales en América Latina: ciencia, tecnología y sociedad
 

Los desastres naturales casi se han cuadriplicado en América Latina. En medio siglo, la frecuencia de desastres naturales en Latinoamérica y el Caribe ha aumentado 3,6 veces.

Esta tasa, sin embargo, es un indicador promedio. Pues al desagregar por sus regiones, los datos son aún más alarmantes.

De acuerdo con los datos del investigador Óscar Bello, recogidos por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, la evolución de las tormentas explica el alto número de eventos naturales catastróficos en la región.

Tan sólo el periodo de 30 años que comprende 1970 al año 2000, Bello reporta que un crecimiento superior al 500% tanto para Centroamérica como para el Caribe.

Datos más recientes muestran a Latinoamérica y el Caribe como la segunda región más golpeada por los desastres naturales.

De los 380 desastres naturales que se presentaron en el mundo entre 2010 y 2015, poco más de la cuarta parte, 25.5%, sucedieron en América Latina y el Caribe.



A su vez, la propia CEPAL da cuenta cómo en “la década de 1960 hubo, en promedio, 19 desastres por año y en la primera década del siglo XXI ese promedio aumentó a 68 fenómenos anuales”.

Está claro, siguiendo las estimaciones que realizan organismos multilaterales que trabajan sobre la región, el grado de vulnerabilidad de la población crece en relación con la ausencia de políticas de ingreso y acceso a servicios sociales universales.

En sentido, se hace patente que la prevención no puede ser entendida desvinculada de una política pública centrada en la protección social.

No hay mayor grado de vulnerabilidad, pues, que la vulnerabilidad social.

Destaca, sin embargo, al mismo tiempo el papel que en materia de desastres naturales puede jugar la investigación y desarrollo tecnológico en materia de prevención y atención de desastres naturales.

Ejemplo de ello es la promoción del Centro de Investigación Transdisciplinaria en Riesgo de Desastres, asociado a la Universidad de Chile.

Señala el CITRID, “la gestión del riesgo socio natural es el concepto clave. No es sólo emergencia o catástrofe. El riesgo es socio natural porque también son parte de él la manera en que se construyen las calles, las viviendas y hospitales, la densidad demográfica, la pobreza y muchas otras variables”.

El país andino ha sido históricamente una víctima constante de los desastres naturales.

El mismo Centro de Investigación enfatiza que, sin demérito de las vidas humanas, que es lo fundamental, el impacto sobre las economías es innegable.

Así, por ejemplo, dice el CITRID “sólo en materia de terremotos, el de 1985 le costó al país US$ 1.800 millones de la época, casi el 11% del PIB. El del Maule, de 2010, se llevó el 12,5% del PIB. Es decir, cada año, haya o no haya sismo, los terremotos le cuestan al país el 2% del PIB”.

No es extraño, entonces, que el CITRID se plantee como una palanca para promover la constitución de políticas públicas de largo plazo que generen inversión en Innovación y Desarrollo, basados en la investigación.

De ahí también, la experiencia que puede desprenderse para todos los países de la región.

Una inversión orientada a la investigación y el desarrollo de capacidades tecnológicas.

De acuerdo con las propias características de la región, la creación de capacidades tecnológicas que no sólo actúen en la etapa de reconstrucción sino en todas las fases involucradas en la manera de encarar los desastres naturales.

El llamado es a promover políticas públicas, pues, que como señala el CITRID, asuman “un enfoque transdisciplinar en el que se integran los diversos saberes provenientes de las disciplinas que atienden los temas de la reducción de los riesgos socio naturales en sus distintas fases: caracterización de amenazas, prevención, mitigación, respuesta, recuperación y reconstrucción”.




lunes, 4 de septiembre de 2017

Sin inversión en innovación Latinoamérica atada a no producir tecnología


El cruento y maléfico círculo vicioso de la baja inversión en innovación 


Todos los ejemplos mundiales así lo confirman, sin inversión en innovación no hay manera de mejorar las capacidades tecnológicas de una nación.

Habíamos ya hablado entre el círculo virtuoso que dispara la inversión en Investigación y Desarrollo, y la formación científica y tecnológica en los países donde así ha ocurrido.

Se trata de que los procesos se modifiquen y de paso a que, basados en nuevas habilidades, a tecnología posibilite alentar la generación de nuevos productos.

Impulsar de manera sostenida esta ruta de inversión, pública y privada, orientada a la generación de nuevas capacidades científicas y tecnológicas, se ve aún lejano en América Latina y el Caribe.



Hemos insistido en que, al hablar de capacidades tecnológicas, debe considerarse, a la vez, este elemento como catalizador de un consumo más crítico e informado de los propios bienes y servicios digitales y tecnológicos, que esto traería consigo.

A diferencia de países asiáticos que hacia principios de los años 70 trazaron su ruta de inversión en I+D, en el caso de Latinoamérica y el Caribe resultan decepcionantes.

Al organizar en cinco grandes grupos a las naciones de acuerdo con su compromiso presupuestal en I+D, vinculado a su Producto Interno Bruto, la región muestra indicadores ínfimos.

Ningún país latinoamericano o caribeño aparece en el primer segmento, que es el de aquellas naciones que destinan más del 2% de su PIB a Investigación y Desarrollo.

En el grupo de naciones que invierten en innovación entre el 1% y el 2%, Brasil, que destina el 1.2%, es el único país de la región que aparece.

Al nivel de Grecia y Sudáfrica, en el segmento de naciones que invierten entre el 0.5% y el 1% de su PIB en Investigación y Desarrollo, aparecen México, Costa Rica y Argentina.

Cuba, Chile, Ecuador, Uruguay y Colombia se ubican en el cuarto grupo. Esto es, países que invierten en innovación entre el 0.2% y el 0.5% de su PIB.

Y, por último, en el quinto grupo, el de las naciones con menos del 0.2% de inversión se hallan Panamá, Bolivia, Paraguay, Guatemala y El Salvador.

“La inversión en I+D es uno de los principales indicadores del esfuerzo tecnológico e innovador. 

A nivel mundial, hay una correlación muy elevada entre esa inversión y el ingreso por habitante de una economía”, señala la CEPAL en su informe 2016 sobre el tema.

Considerando, pues, que los datos que se ofrecen parten de la base del “tamaño” del PIB de cada país, el paisaje es muy complejo para la región.
Productos Internos Brutos que son ya de suyo menores a los de los países desarrollados, presentan inversiones más que insuficientes.

Bajo un horizonte de alta desigualdad y bajo ingreso nacional per capita, sin un esfuerzo tecnológico e innovador sostenido y a mediando, simplemente no se mira cómo pueda romperse el lastre ancestral de la pobreza acumulada.

El autor es fundador y preside AlfabetizaDigital A.C.
@atenoriom
antoniotenorio.com


domingo, 27 de agosto de 2017

¿Está condenada América Latina a un Internet sólo de consumo?


 La raquítica exportación de productos de alta tecnología y las formas de consumo de Internet en América Latina

Existe, sin duda, lo que se llama el círculo virtuoso de la inversión en Investigación y Desarrollo.

Identificado a nivel mundial bajo el esquema de I+D, la inversión que los países destinan a estos dos ámbitos relacionados, se halla directamente vinculada con la cadena de producción de bienes y servicios tecnología y, desde luego, con su consumo.

Pareciera en principio que se trata, sólo, de un problema de competitividad y los índices que de ésta se desprenden y sitúan a los países en una escala mundial que les mide entre sí.

Mas, visto en un horizonte más amplio, la relación un guardan los porcentajes de inversión que cada Estado destina a la dupla Investigación y Desarrollo, impacta por supuesto sobre la competitividad, pero va mucho más allá.

Una de las variables que permite a los países desarrollados alcanzar esa condición, es la capacidad para generar lo que se identifica como productos de alta intensidad tecnológica.

No hay país desarrollado que no participe del mercado de exportación de productos altamente avanzados.

La producción y no sólo el consumo de tecnología avanzada es el engrane que articula un sistema en el que el sistema productivo se encuentra estrechamente relacionado con la Investigación y el Desarrollo.

Aún más. 

Todos los estudios refieren a la necesidad que enfrentan los sectores que producen bienes y servicios de alta intensidad, de trabajadores y trabajadoras con capacidades avanzadas. Es decir, con una inmersión y dominio mayor de lo tecnológico.



Estamos hablando aquí, entonces, de participantes de la cadena productiva cuyo vínculo con la tecnología será no sólo cuantitativa sino, de modo fundamental, cualitativamente mayor.

En la medida en que las naciones requieren, y forman, más científicos y técnicos calificados, en esa misma medida, también, su calificación cualitativa como consumidores de tecnologías, en particular de TICs, tenderá a ser más participativa y crítica.

Los reportes de la Comisión Económica para América Latina son claros al contrastar exportaciones e importaciones por habitante de bienes de media y alta intensidad de América Latina y el Caribe, en relación con lo que sucede en países desarrollados.

De acuerdo con datos escogidos para el año 2014, pero que resultan orientadores, la CEPAL indica que en promedio los países con altos índices de desarrollo exportan, al año, bienes y servicios de alta intensidad tecnológica por unos 2,000 dólares por habitante.

A excepción de México y Costa Rica, la situación en todos los demás países latinoamericanos y del Caribe es dramáticamente contrastante.

Sólo México alcanza los 2,000 dólares por habitante en promedio en exportaciones de bienes de alta intensidad tecnológica. Costa Rica alcanza a exportar 1,000 dólares en promedio por habitante al año.

De ahí en fuera, el esto de todas las naciones en América Latina revelan que no alcanza cada una ni siquiera los 500 dólares en promedio per cápita por año.

Adicionalmente encontramos que, también de manera contrastante, ahí donde logra forjarse el círculo virtuoso que implica la generación de productos de tecnología intensiva, se presentan además condiciones de superávit en su saldo de tecnología media y avanzada.

Por el contrario, en los que respecta a los países latinoamericanos y caribeños el déficit entre lo que exportan e importan en materia de productos de tecnología intensiva, es en todos los casos deficitaria.

Panamá, Bolivia, Perú, Paraguay y Nicaragua muestran una exportación prácticamente nula de productos de alta tecnología, y de modo no menos alarmante, una también casi nula importación de este tipo de bienes.

De tal manera que la ausencia de técnicos especializados y de científicos ligados a procesos de innovación y desarrollo, o su presencia sin fuentes de empleo, crea condiciones desfavorables en lo económico.

Del mismo modo que lo son en el plano de consumos críticos, informados de bienes y servicios digitales en esas naciones.

La inversión en innovación y desarrollo, es cierto, no resolverá por sí misma los graves problemas de inclusión social en materia de acceso a tecnologías complejas. 

Pero mucho menos puede obviarse, en una región que, en palabras de la CEPAL, “se muestra como la más desigual del mundo”.

@atenoriom
Antoniotenorio.com


El autor es Presidente de AlfabetizaDigital A.C.











lunes, 21 de agosto de 2017

Calidad del Internet en América Latina: estar conectado no basta

Avanza el acceso; la calidad del servicio, no.

América Latina y el Caribe vive la paradoja de un crecimiento en la penetración de Internet en la región, frente a una calidad del servicio que, si bien ha mejorado, no lo hace al mismo ritmo que el acceso.

En el informe que CEPAL presenta para el año 2016, con datos que recogen el lustro que va de 2010 a 2015, se expone que, en el primer año del periodo, es decir, 2010, apenas el 7% de los latinoamericanos y caribeños tenía acceso a la banda ancha.

Para el final del lustro, esto es, 2015, la cifra de acceso a la banda ancha ya fuera en su modalidad fija o móvil, en América Latina y el Caribe registró un 58%. En otras palabras, un crecimiento de más de 50 puntos porcentuales.

El horizonte de cifras que CEPAL presenta, no obstante, ámbitos en donde los rezagos son notables. Tal es el caso de la calidad del servicio que los habitantes de la región reciben, y que suele medirse a partir del parámetro de la velocidad del Internet que se les provee.



Veamos.

Si se le colocan como referencia los 15 megabytes por segundo (Mbps) como velocidad de servicio apropiada, encontraremos que en América Latina y el Caribe, ningún país de la región alcanza al menos el 5% de sus conexiones a esa velocidad.

Planteado en otros términos, más del 95% de las conexiones a Internet en Latinoamérica y el Caribe están por debajo de los 15Mbps.

En contraste, en los países desarrollados, el número de conexiones que llegan o rebasan los 15Mbps, ronda la mitad de los accesos, es decir, es asequible a casi el 50% de quienes se conectan.

CEPAL reporta que los países de la región latinoamericana y caribeña ofrecen una velocidad promedio de entre 2 y 4 Mbps. Muy lejanas, como se ve, a la medida recomendada de 15Mbps.

Durante el primer trimestre de 2015, la velocidad promedio en América Latina y el Caribe fue de 4.7Mbps.
Mas, esto ni siquiera aplica para todas las naciones. Chile, por ejemplo, alcanzó una velocidad promedio de 7.3Mbps, la mayor de la región.

Por su parte, en uno de los casos de mayor atraso, Venezuela no llegó siquiera a los 2.0Mbps, quedándose en 1.9Mpbs.

El mismo Chile, junto con México y Uruguay son los países mejor ubicados en cuanto al porcentaje de conexiones de alta velocidad.

Sin embargo, éstas no representan no más del 15% con velocidades superiores a los 10Mbps; y cerca del 4%, con 15Mbps.

Las naciones que mayor éxito han tenido en esta materia son Corea del Sur y Noruega. En ellas, las cifras superan el 50% de conexiones por encima de los 15Mbps.

En América Latina y el Caribe, Bolivia, Paraguay y Venezuela, los países más atrasados en este ámbito. En ellos se registran apenas 0.5% de conexiones con más de 10Mbps y 0.2% con conexiones por arriba de los 15Mbps.

Velocidades menores a los 15 Mbps, suelen significar para los usuarios la dificultad para tener varios dispositivos conectados, tiempos prolongados para la descarga, cuando no que la conexión se pasme.

Así pues, la conectividad avanza, el número de usuarios crece, los servicios son cada vez más amplios y variados. La calidad es de otro siglo y representa, a no dudarlo, una de las batallas decisivas.


El autor es fundador y preside AlfabetizaDigital A.C.
@atenoriom
antoniotenorio.com


lunes, 14 de agosto de 2017

Tener Internet en América Latina es caro; no tenerlo, aún más

Conectividad de Banda ancha fija: mejora asequibilidad, se mantiene alto costo

Desde hace unos años, América Latina y el Caribe presenta un crecimiento sostenido en el número de usuarios de Internet en todos los países de la región.

Entre 2006 y 2015 la penetración de Internet en América Latina y el Caribe creció 162%. Lo que significó que en términos del número de usuarios en relación con la población total de la región pasara de poco más del 20% a un índice superior al 54%.

Aunque la expansión de la conectividad en Latinoamérica es hondamente heterogénea, tanto entre países, como al interior de éstos, está claro que el acceso crece.

Se ha avanzado en asequibilidad, aun y cuando ese 54% de la población latinoamericana, en promedio, siga situándose muy lejos del casi 80%, considerado un índice de universalidad, que presentan los países con mayor grado de desarrollo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

En este panorama, atención especial merece las condiciones en las que ha evolucionado el acceso a la Banda ancha fija en la región.



Este tipo de conexión, rezagada frente a la Banda móvil que se recibe a través de teléfonos inteligentes, tiene importancia pues es aquella que en el futuro inmediato estará ligada a servicios públicos como la salud o la educación.

La telemedicina, una realidad ya en los países con altos grados de desarrollo, por ejemplo, requiere de anchos de banda superiores a los que se puede ofrecer a través de la banda móvil.

La asequibilidad, es decir, la facilidad o no para poder contar con el servicio, está sin duda vinculada al costo que representa para el usuario final. Encontrándose en ello grandes diferencias entre los países latinoamericanos.

La Comisión Económica para América Latina reporta un avance importante entre 2010 y 2014 en esta materia entre nueve países de la región.

En tanto que al comenzar la segunda década de este siglo, el acceso a la banda ancha móvil representaba en América Latina y el Caribe un promedio del 17.4% del ingreso, en 2014 había descendido a 3.8%.

La disminución es notable, pero aún insuficiente cuando se toman cifras mundiales. O, cuando se revisa el comportamiento de este costo de acceso país por país.

Así, nadie escatima el esfuerzo que representó para Bolivia pasar del 84.8% que costaba contar con Internet de Banda ancha fija en 2010 a un 20.9%.

Mas lo cierto es que la distancia con países desarrollados, donde el costo para acceder al mismo servicio no supera el 0.1% del ingreso mensual, es sencillamente abismal.

De acuerdo con CEPAL, apenas cinco países estaría por debajo de un costo menor al 1% del ingreso mensual. 

Ocho naciones entre el 1.5 y el 5%. En tres se tiene que destinar entre el 8% y el 11% del ingreso. Y uno, el caso de Bolivia, significa la quinta parte de un ingreso contar con Banda ancha fija.

El ranking de los 17 países sobre los que la CEPAL expone datos de asequibilidad, muestra a Uruguay a la cabeza, seguido por Chile, México, Panamá y Argentina.

En el segundo grupo, aquellos entre el 1.5% y el 5%, se hallarían Costa Rica, Colombia, Brasil, Ecuador, Venezuela, Perú, El Salvador y Paraguay.

El tercer grupo, es decir, donde el usuario destina en promedio entre un 8 y un 11% de un ingreso mensual, estarían Guatemala, Honduras y Nicaragua.

En términos generales, queda claro que la expansión de la banda ancha en América Latina se mueve con dificultades y un costo (aún) alto que en buena medida recae en el usuario final.

Ante la inminencia de servicios y bienes que el desarrollo del Internet anuncia, de prevalecer este esquema de (alto) costo para conectarse a Internet, el costo de no hacerlo, en términos de acceso a la medicina, por ejemplo, será (aún) más alto.

El autor es fundador y preside AlfabetizaDigital A.C.
@atenoriom
antoniotenorio.com