¿A dónde van a parar los
datos que generan en Internet los latinoamericanos?
Es
indudable que aun en las regiones que presentan mayor rezago en la expansión de
Internet, como África o algunos países en América Latina y el Caribe, el uso de
tecnologías digitales crece aceleradamente.
Este
uso, a su vez, genera datos en lo que se llama tiempo real. Éstos se
multiplican a una velocidad y en una cantidad que rebasa la capacidad, de por
sí, limitada de los países donde se generan.
Lo
anterior significa que tanto la actividad cotidiana como aquella que es
especializada, incluida la que corresponde a las entidades públicas y de
gobierno y a las industrias nacionales, produce información y conocimiento, es
decir, datos, cuyo valor estratégico se torna más importante cada día.
Tal
y como señala la CEPAL: “A diferencia de las fuentes tradicionales, en las que
los datos se recogen para uno o pocos fines específicos, en el campo de los
grandes datos, los que se utilizan fueron generados con otros propósitos y son
reutilizados con fines no previstos al generarse el dato. Por ello, el concepto
de reuso es fundamental”.
El
problema, uno de los problemas mayores, que enfrenta la región latinoamericana
y el Caribe es doble. Por una parte, carece de la capacidad para almacenar esa
información. Por otra, no tiene tampoco los recursos para trabajar sobre su
organización.
Hace
apenas media década, la concentración de los datos que la revolución digital ha
traído consigo, era alarmante.
Sólo
Estados Unidos, por sí mismo, alberga más de la tercera parte de los datos que
se producen. Muy atrás, le siguen los países con mayor desarrollo en Europa,
con el 19%, China con el 13% e India con el 4%.
El
porcentaje que representa el acervo del que Estados Unidos dispone, el 32%, es
igual al que tiene para sí el resto del mundo, excluidos los países que se
mencionan en el párrafo anterior.
Esto
quiere decir que el acervo mundial de datos presenta una evidente concentración
del 32% de los datos en una sola nación (Estados Unidos), el 17% entre dos
(China e India) y el 19% entre tres o cuatro (Gran Bretaña, Francia, Alemania
y, quizá, Italia, no más).
El
resto del mundo, donde se cuenta, desde luego, a nuestra América Latina y el
Caribe, además del resto de Europa, África por completo, y Oceanía en su
conjunto, se distribuyen un 32%. Incluidos países como Canadá y Australia.
En
2015, la ONU, ante esta realidad, emitió un llamado al que nombró: “Un mundo
que cuenta: la revolución de los datos para lograr un desarrollo sostenible”.
CEPAL
lo expresa de esta forma: “La preocupación por desarrollar mecanismos que
permitan a los países más rezagados acceder a los grandes datos, evitando la
aparición de una nueva brecha digital, es correcta, particularmente si se
considera el poco peso de las regiones en desarrollo en el total de datos
almacenados, en el que los Estados Unidos y Europa Occidental contaban con un
51%, cifra que sube a un 64% si se agrega China”.
El
valor estratégico de los datos puede fortalecer, en efecto, las posibilidades
de que el uso de éstos contribuya a las tareas de un desarrollo sostenible, en
particular para las regiones de mayor rezago.
O puede, como ha sido hasta
ahora, ahondar la brecha y acrecentar la vulnerabilidad de los países que
mayores carencias tienen.