jueves, 16 de abril de 2015

Tecnología y Humanismo ¿La reconciliación imposible?


 La tecnología como vocación de la humanidad

Si volvemos a consideraciones estrictamente humanas, observamos  un nuevo aspecto ético en el crecimiento de la techne en cuanto aspiración humana, crecimiento que rebasa las metas pragmáticamente  limitadas de los otros tiempos. Por aquel entonces así lo hemos visto, la técnica era un dosificado tributo pagado a la necesidad, no el camino conducente a la meta elegida de la humanidad; era un medio con un grado finito de la adecuación a fines próximos bien definidos.
Hoy la techne, en su forma de técnica moderna, se ha transformado en un infinito impulso  hacia delante de la especie, en su empresa más importante, en cuyo continuo progresar que se supera a sí mismo hacia las cosas cada vez más grandes se intenta ver la misión de la humanidad, y cuyo éxito el lograra el máximo dominio sobre las cosas y los propios hombres se presente sobre la realización de su destino.
De este modo el triunfo del Homo Faber  sobre su objetivo externo representa, al mismo tiempo, su triunfo dentro de la constitución intima del Homo Sapiens, del cual solía ser en otros tiempos servidor.
En otras palabras, incluso independientemente de sus obras objetiva, la tecnología cobra significación ética por el lugar central que ocupa ahora en la vida de los fines subjetivos del hombre.
La acumulativa creación tecnológica- es decir, el mundo artificial que va extendiéndose-intensifica en un constante efecto retroactivo las fuerzas concretas que la han producido; lo ya creado exige su siempre nueva capacidad inventada para su conservación de ulterior desarrollo, recompensándola con un éxito aumentado que, a su vez, contribuya a que surja aquella imperiosa exigencia.

 Este Feed-back positivo de necesidad funcional y recompensa- en cuya dinámica no hay que olvidar el orgullo por los logros alcanzados- alimenta la creciente superioridad de un aspecto de la naturaleza humana sobre todos los demás y lo hace inevitablemente acosta de ellos. Si bien nada tiene tanto éxito como el éxito, nada nos atenaza tanto como el la ampliación del poder del hombre sobre pasa el prestigio a todo lo demás que pertenece a su plenitud humana; y así, esa ampliación, sometiendo más y más las fuerzas de los hombres a su empeño, va acompañada de una contracción de su ser y de su concepto de sí.
En la imagen de que sí mismo sustenta- la idea programática que determina su ser actual tanto como lo refleja- el hombres es ahora cada vez más el productor de aquello que él ha producido, el hacedor de aquello que él puede hacer y, sobre todo, el preparador que aquello que en breve él será capaz de hacer. 

Pero ¿quién es ese él?  <él> no vosotros o yo. Son el actor colectivo y el acto colectivo, no el actor individual y el acto individual, lo que aquí representan un papel;  y es el futuro indeterminado más que el espacio contemporáneo de la acción en que nos proporciona el horizonte significativo de la responsabilidad.
Esto exige una nueva clase de imperativos. Sí la esfera de la producción ha invadido el espacio de la acción esencial, la moral tendrá entonces que invadir la esfera de la producción, de la que anteriormente se mantuvo alejada, y habrá de hacerlo en la forma de política pública.
Nunca antes tuvo esta parte algunas en cuestiones de tal alcance y en proyectos a tan largo plazo. De hecho la esencia modificada de la acción humana modifica la esencia básica de la política.
Texto tomado de: Hans Jonas El principio de la responsabilidad “Ensayo de una Ética para la civilización tecnología” Ed. Herder Barcelona 1995 pp.36-37

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