CIENCIA -TECNOLOGÍA-SOCIEDAD
Es algo comúnmente aceptado que entre la ciencia, la tecnología y la sociedad se dan diversas relaciones. De hecho, los tópicos tecnófilos o tecnófobos muestran algunas de las percepciones más habituales sobre esas relaciones. La perspectiva CTS pretende superar esas visiones maniqueas de la ciencia y la tecnología acercándolas a la sociedad para promover la participación ciudadana en las decisiones más importantes sobre las controversias relacionadas con estos temas. Sin embargo, los enfoques CTS son relativamente recientes, de las últimas décadas del siglo XX. Antes de aparecer una reflexión en clave social sobre la ciencia y la tecnología había ya un gran desarrollo tecnocientífico que apenas era analizado desde el punto de vista de sus relaciones con la sociedad que lo propicia y sobre la que tiene tan importantes efectos. Con anterioridad a los estudios CTS ha habido muchos estudios dedicados a aclarar en qué consiste la actividad científica, qué se entiende por método científico, en qué se distingue una ciencia de algo que no lo es, cómo avanza el conocimiento científico, etc.
Seguramente las
ideas más o menos intuitivas que comúnmente se tienen sobre lo que es la
ciencia, tienen mucho que ver con lo que esos estudios han planteado, aunque
generalmente no se sepa concretamente quién lo dijo ni cuándo. En realidad esta
visión de lo que es la ciencia es la más extendida entre los medios de
comunicación, es la que inspira muchas de las noticias relacionadas con estos
temas que aparecen en la televisión y en los demás medios. Este conjunto de
ideas suele ser conocido como visión tradicional de la ciencia, concepción
heredada o positivismo por quienes gustan de los nombres más técnicos. La
concepción heredada sobre la ciencia considera, en primer lugar, que la
actividad científica es de carácter cognoscitivo, es decir, que su único fin es
producir nuevos conocimientos para ampliar el campo estudiado por cada ciencia.
Al identificarse la ciencia con el desarrollo de
conocimientos, la actividad científica tendría dos elementos esenciales: el
sujeto que conoce (el científico) y el objeto de ese conocimiento (la realidad
en cada campo de conocimiento). Se entiende que la labor del científico
consistiría en descubrir o desvelar nuevas verdades en el campo de la realidad
sobre el que trabaja su ciencia. El científico es, por tanto, un descubridor,
alguien que con sus intuiciones, sus métodos y sus experimentos es capaz de
desvelar y mostrar aquello que hasta el momento ha permanecido ignorado: los
elementos de la naturaleza y las leyes que gobiernan su funcionamiento. En la
medida en que el científico descubre la realidad, su actividad será objetiva.
Es decir, los conocimientos aportados por los científicos no estarán influidos
por su subjetividad como individuos pertenecientes a una sociedad concreta (con
sus intereses, opiniones o ideologías) sino que serán objetivos, al proceder
del propio objeto de su trabajo: de la propia realidad.
Esta manera tradicional de entender la actividad
científica supone que la evolución o la historia de la ciencia no es más que la
descripción de cómo se han ido acumulando conocimientos objetivos. Por ello,
los filósofos tradicionales de la ciencia no han prestado demasiada atención a
las cuestiones históricas o a las relaciones entre la actividad científica y
los contextos sociales en los que se desarrolla, suponiendo que la ciencia es
neutra en relación con los factores ideológicos presentes en los contextos
históricos y sociales. La historia de la ciencia no depende, según estos
planteamientos, más que de ella misma, con lo que la sociedad no es motivo de
estudio en relación con la ciencia.
De hecho, ni siquiera la tecnología merecería una
reflexión específica según esta perspectiva tradicional. A lo largo del siglo
XX ha habido muchas más ideas para entender cómo funciona la ciencia que
reflexiones para comprender la esencia de la actividad tecnológica. La
filosofía de la ciencia está incomparablemente más desarrollada que la
filosofía de la tecnología. Y ello es así porque tradicionalmente se ha
considerado que la tecnología es simplemente la aplicación a la actividad
productiva de los conocimientos desarrollados en el ámbito científico. La
tecnología no sería más que ciencia aplicada y, por tanto, la reflexión teórica
sobre la actividad científica serviría también para entender la actividad
tecnológica. Frente a este punto de vista tradicional, lo que se conoce como
perspectiva CTS supone una ruptura con estas ideas habituales sobre la ciencia
y la tecnología. J. A. López Cerezo resume el carácter de los estudios CTS en
un silogismo que se basa en tres supuestos o premisas principales de las que se
deriva una consecuencia práctica.
Texto tomado de Craios M. en ¿QUÉ ES CTS?
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