Podemos
entonces preguntarnos: ¿por qué esa transferencia masiva de tecnología de
Occidente hacia el Tercer Mundo ha tenido tanto éxito? ¿Por qué ha sido
aceptada en forma indiscriminada como lo ha sido hasta ahora? Esa pregunta no
hubiera tenido sentido hace relativamente pocos años. No hubiera tenido sentido
porque la respuesta parecía obvia: simplemente porque es más eficiente, y
además porque es La Tecnología, con mayúsculas, en esa concepción de que existe
sólo una tecnología que es el resultado natural e inevitable de un cierto
progreso científico.
¿Por
qué tiene sentido ahora esa pregunta? Por varias razones: Primero, porque se ha
tomado conciencia de que la tecnología dominante no es el resultado natural e
inevitable del progreso científico. Sabemos perfectamente que de una cierta
cantidad del conocimiento científico se pueden generar varios tipos de tecnología
para resolver el mismo problema, y que la tecnología que se adopte es aquella
que está de acuerdo con los valores de la sociedad que la produce. En segundo
lugar, la pregunta tiene sentido porque también hemos tomado conciencia del
efecto cultural de la transferencia de tecnología: es un hecho que precisamente
esa introducción indiscriminada de tecnología está contribuyendo a obliterar o
destruir gran parte de la rica herencia cultural de la humanidad. ¿Por qué, sin
embargo, ha tenido tanto éxito esa transferencia masiva? La eficiencia no es un
elemento suficiente para explicarlo.
En
primer lugar, no todas las tecnologías introducidas en países subdesarrollados
son más eficientes que las que estaban siendo usadas; eso es muy claro en
algunos casos, por ejemplo en las áreas rurales. Creo que también tenemos que
dejar de lado la explicación de que se introducen porque los países
subdesarrollados no tienen capacidad para sus propias soluciones. Muchos países
subdesarrollados disponen de sistemas científicos que por lo menos tienen
capacidad para modificar esas soluciones y, en algunos casos, para crear
soluciones propias. Esa capacidad ha sido usada en muchísima menos medida de lo
que es posible, de modo que esta explicación tampoco es convincente. Creo que
hay otros elementos explicativos y, no pretendo hacer un análisis completo,
quiero mencionar tres que me parecen fundamentales. En primer lugar, esas
tecnologías representan toda una concepción de desarrollo, y esa concepción de
desarrollo, que nace en los países industrializados, se “transfiere” luego a
los países subdesarrollados. Tampoco es necesario hacer aquí un análisis del
contenido fundamental de esa concepción del desarrollo, pero voy a señalar dos
o tres puntos que me parecen importantes.
Todos
sabemos que esa posición consiste, esencialmente, en repetir el camino hecho en
el pasado por los países ahora desarrollados, sin tener en cuenta que las
actuales condiciones históricas, económicas y sociales son completamente
distintas a las vigentes durante la Revolución Industrial y no pueden ser
recreadas. Además, el extremadamente complejo y rico proceso que llevó a los
países de Occidente al actual proceso de desarrollo -que implicó desde
modificaciones en el pensamiento filosófico hasta profundas transformaciones
socioeconómicas- se reduce en esa concepción a un simple proceso de
industrialización. Por otra parte, al importarse ese esquema extremadamente
simplificado, las diferencias culturales se valoran sólo en función de ese
proceso. Por lo tanto, aquellos elementos culturales que de alguna manera
obstaculizan esa visión del desarrollo se supone que están condenadas a
desaparecer. En otras palabras, las diferencias culturales se asimilan a etapas
del desarrollo.
Otro
factor que me parece también esencial es que siempre un concepto de desarrollo
o progreso va unido a una cierta concepción del hombre, y creo que otra de las
cosas que se ha importado de Occidente es una cierta concepción del hombre. Se
podría decir que es muy difícil definir cuál es la concepción del hombre en la cultura
occidental, dada su compleja y rica tradición, cultural, religiosa, filosófica,
etc. Sin embargo, debemos diferenciar entre los que puede ser una concepción
teológica o filosófica del hombre y la concepción “operativa” del mismo, que ha
generado y exportado la cultura occidental.
Este
es un tema muy discutible, y no creo que todos ustedes estén de acuerdo con lo
que voy a decir, pero voy a referir muy brevemente a esa concepción operativa
instrumentada esencialmente a través de la psicología. Watson, fundador del
conductismo -todo el mundo sabe el grado de influencia que esta escuela ha
tenido y tiene, junto con la reflexológica, en la psicología moderna- dice así:
“ha llegado el momento en que la psicología debe descartar toda referencia a la
conciencia; su única tarea es la predicción y control del comportamiento y la
introspección no puede formar parte de sus métodos.” Esa concepción,
profundamente enraizada en el mecanicismo que nace en el siglo XVIII, es al
reducir al hombre a poco más que una máquina animada, permite considerarlo y
manipularlo como un mero productor y consumidor.
Es la psicología adecuada a la visión
economicista de la sociedad. Por otra parte, sirve a otro propósito: la alienación
que produce en el hombre moderno una organización social cada vez más
deshumanizada, se convierte simplemente en un problema de desajuste, y esa
psicología ofrece el instrumental necesario para solucionarlo. El factor que
explica esa transferencia unilateral de tecnología es el marco sociopolítico.
No es necesario entrar en detalles, porque es el que mejor conocemos todos. Es
la estructura del poder tanto a nivel nacional como a nivel internacional. Esto
lo ha tratado la teoría de la dependencia que -aunque discutida en muchos
aspectos- sigue siendo válida en sus elementos fundamentales.
Una
de las cosas que resultan claras cuando se analiza la estructura de poder a
nivel mundial es el verdadero significado de la transferencia de tecnología de
los países desarrollados a los países subdesarrollados. En realidad, se trata
de transferencia de tecnología de los países desarrollados a ciertos sectores
sociales de los países subdesarrollados. No son los países subdesarrollados
como entidades únicas los que están importando tecnología, sino sus sectores
sociales dominantes que tienen el poder económico y político y las mismas
pautas de consumo, el mismo esquema de valores de las clases dominantes de los
países desarrollados.
Véase: Herrera Amílcar en DESARROLLO, TECNOLOGÍA Y MEDIO AMBIENTE http://www.agro.uncor.edu/~extrural/AMILCAR.pdf
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